OPINIÓN

El kirchnerismo en su momento más bravo de cara a las elecciones

El clima social inquieta y preocupa al oficialismo mendocino. El desdoblamiento, reconocen algunos, no fue la mejor decisión. Su candidato a gobernador, quien sea, no contará con el empuje nacional, aunque menguado, que le podría haber representado Daniel Scioli. Ya es tarde para eso. Para colmo, la marcha del silencio del miércoles fue contundente. ¿Dejó esa manifestación un mensaje adverso también para el peronismo provincial y para su oferta electoral?

 Uno de los interrogantes que circundan y sobrevuelan las reuniones de los principales dirigentes que representan al peronismo en Mendoza, en momentos en que negocian cómo cerrar el proceso que los lleva a las Primarias de abril, por el momento genera más incertidumbres y especulaciones temerarias, que certezas concretas. Se trata, en verdad, de medir cuánto del mensaje adverso al oficialismo que recorrió las calles de Mendoza el miércoles cuando la gente salió a las calles a homenajear al fiscal Alberto Nisman entre otras tantas demandas insatisfechas, se puede volver en su contra al punto de ser derrotados en las elecciones que se avecinan.

La incógnita que da vueltas no es una entre más. Porque la dirigencia mendocina siempre se creyó inmune, en gran medida, a los fuertes movimientos nacionales que hicieron, en algunos casos, torcer el rumbo de definiciones políticas trascendentes que se creían seguras.

En otras palabras, la idea de que Mendoza tuvo anticuerpos suficientes como para contrarrestar malos climas nacionales, hoy está en duda. Y nadie, categóricamente en el seno del gobierno y del oficialismo en general, puede asegurar que los miles de ciudadanos mendocinos que se movilizaron en las ciudades importantes de la provincia no hayan demostrado, también con eso, fastidio hacia la gestión provincial. Haya estado ésta, más o menos cerca o lejos del gobierno de Cristina Fernández.

El gobernador Francisco Pérez optó por ofrecer una declaración políticamente correcta cuando fue consultado sobre las marchas de silencio. Pero también, sazonadas con cinismo y picardía, al manifestar que si no hubiera sido gobernador se habría hecho presente en el centro mendocino, porque al igual que todo el oficialismo, más allá de los matices de quien hablara, se lanzó al ruedo que la gente pidió justicia y, como tal, no tendría por qué, el gobierno de Cristina ni ningún otro ya fuere provincial o municipal de raíz peronista, sentirse aludido por la prédica que se viralizó en los reclamos de la muchedumbre que se manifestó.

La última expresión de la clase media, exteriorizada el miércoles, es un elemento más que obliga a quien sea el candidato que defina el peronismo provincial y también a sus estrategas, a ver el fenómeno desde otro lugar y con preocupación cierta frente al proceso electoral. Porque el peronismo que gobierna en Mendoza hizo todo lo posible, con fuertes contradicciones y visiones internas para nada unificadas, por buscar un escenario electoral lo más ajeno al que tendremos los argentinos cuando nos acerquemos a las urnas para elegir al próximo presidente de la nación. Tanto fue así que los intendentes fueron los primeros en buscar tomar distancia de la estela negativa que envuelve a un gobierno de doce años transitando los últimos meses en el poder. Y detrás de esa fuerza fue el propio Ejecutivo que conduce Pérez.

Pero cuando el oficialismo ya lo había resuelto, esto es el desdoblamiento de las fechas electorales, no pocos en el oficialismo comenzaron a sospechar de que se pudo haber cometido un error al desestimar el empuje que, aunque menguado, podría ofrecerles el candidato nacional del oficialismo Daniel Scioli cuando toda la maquinaria y estructura del peronismo nacional se ponga a trabajar detrás de su candidatura.

En el campo de las especulaciones puramente políticas, y lícitas hay que decirlo porque se trata de una facultad de uso exclusivo del gobernador, el oficialismo se inclinó por el desdoblamiento y así lo decretó el Ejecutivo, aferrado a la esperanza de que los intendentes, de los que se tiene el convencimiento de que cuentan con la anuencia y aceptación del electorado y que lograrán, por ende, sendos triunfos en sus territorios, salvarán la ropa del candidato a gobernar la provincia.

Pero la contundente marcha del miércoles ha cambiado las piezas del tablero. Porque nadie puede hoy asegurar que ese mensaje tan fuerte y claro no repercutirá, en algo o en gran parte, de forma negativa también sobre las aspiraciones de los caciques. Con lo que al gobierno le quedan pocos argumentos para seducir a la porción del electorado que le falta, necesariamente, para imponerse en las elecciones.

Y además porque el porcentaje de voto afín, con esa cantidad de mendocinos que pase lo que pase de igual manera vota al peronismo, hoy podría no alcanzarle ante la capitalización de todo el voto opositor que quiere representar el radical Alfredo Cornejo sumando a casi la totalidad, con la sola excepción de un sector de la izquierda, de las expresiones no kirchneristas ni oficialistas que existen en Mendoza.

El oficialismo, así también, podría ser una víctima de la estrategia nacional del gobierno frente a un esquema claro de seccionar la sociedad bajo el pensamiento binario de ellos y nosotros. Especialistas y analistas políticos están develando el juego de Cristina. Uno de ellos ha sido Enrique Zuleta Puceiro quien no duda de que el kirchnerismo duro ahondará mucho más las diferencias que hoy existen con el sólo fin de fidelizar el voto cautivo y fanático. Frente a aquellas visiones racionales que hoy se asombran de la actitud asumida por el kirchnerismo que en vez de buscar consensos y empatías con una sociedad turbada por el asesinato de un fiscal de la nación, ha optado por el camino de percibir como un ataque liso y llano hacia el gobierno constitucional advirtiendo que la oposición y una parte de la justicia han buscado desestabilizarlo con una suerte de golpe blando.

Zuleta Puceiro ha observado que no deja de ser una respuesta hasta inteligente de parte de un gobierno que pretende consolidar entre un 25 y 30 por ciento de los votos que coseche el oficialismo en las inminentes elecciones, porque eso le alcanzaría para controlar el parlamento y una fuerza política territorial que al replegarse luego del cese de la gestión no haría otra cosa que prepararse para volver en el 2019.

El clima hostil hacia el kircherismo, alentado por el propio kirchnerismo contra aquellos que a sabiendas no lo consideran un voto útil, al decir de analistas como Zuleta, se convertiría en una pésima noticia para un peronismo mendocino que no salva la ropa ni aún haciendo una elección lo suficientemente buena como para mantener su peso en las cámaras legislativas. Un panorama, como se ve, diametralmente opuesto al objetivo buscado por el núcleo que hoy gobierna la nación.

Además, Mendoza, por su cronograma desenganchado y anterior al proceso de elecciones nacionales, será tenida en cuenta por los presidenciables de la oposición como una suerte de banco de ensayo de lo que traman, o intentan impulsar en el territorio nacional. Las espadas más fuertes de la oposición, como Macri y Massa, puede que lleguen a la provincia a levantarle la mano a Cornejo si se cumplen las previsiones que anticipan que el radicalismo será el ganador de la elección gubernamental. Porque si eso en verdad ocurre, ambos con su presencia en Mendoza, adhiriendo al esquema local del radicalismo, presentarán en la nación el camino a seguir para vencer al oficialismo.

El mar de fondo mueve la poderosa estructura del peronismo en Mendoza y los conduce a encontrar, sin más pérdidas de tiempo, el esquema electoral para las Primarias. Todo hace prever que Bermejo será el candidato de la mayoría peronista y que le vendrá bien, para movilizar el interior, contar con un sparring como el kirchnerista Guillermo Carmona en las Primarias. Los capitostes entienden que ese es el mejor de los caminos y que más tarde o más temprano el ministro de Salud, Matías Roby, debería renunciar a formar parte de la confrontación. No le dicen abiertamente que renuncie. Esperan que la realidad haga su trabajo: porque creen que a Roby le resultará, cuando menos muy difícil, armar listas en todo el interior para que jueguen a su favor y enfrentar a Bermejo y a Carmona. Pero, como todo y muy especialmente en política, nada es definitivo. Nunca.

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