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Skay e Illya Kuryaki cerraron a lo grande el Cosquín Rock

El encuentro reunió a más de cien mil personas en sus tres jornadas.

Por Sección Espectáculos

Aunque la fecha estaba programada para el sábado y debió ser postergada para el martes debido al temporal, fueron muchas las personas que optaron por reorganizar el regreso a sus ciudades para disfrutar de la última jornada del encuentro y demostrarle fidelidad a los grupos.

Del mismo modo, las bandas apostaron a establecer una fuerte conexión con un público variado en cuanto a la edad y lugares de procedencia y lograron agitar las almas en el aeródromo de Santa María de Punilla.

Con un gorro bombín beige, ropa informal y sus características gafas oscuras, Skay Beilinson (FOTO: TÉLAM) irrumpió en el escenario pasadas las 22.30 junto a la formación que mantiene vigente desde 2012, Los Fakires, e hizo vibrar a 30 mil personas con un selecto itinerario musical de diecisiete temas y un popurrí acústico.

Acompañado por Oscar Reyna en guitarra, Claudio Quartero en bajo, Javier Lecumberry en teclados y "Topo" Espíndola en batería, Skay inauguró un mega recorrido musical con los acordes de “Arcano XIV” y luego compartió "Territorial Caníbal”.

Con la misma potencia y precisión, el quinteto recreó “Aves migratorias”, “Arriba el telón”, “Ya lo sabés” y “Cicatrices”, pero el momento de mayor intensidad y emotividad se generó cuando empezaron a sonar las notas de la inmortal “Jijiji” y la atemporal “El pibe de los astilleros”, de Los Redonditos de Ricota.

El set acústico que contempló canciones de su etapa solista como “Paria” y “La luna en Fez”, también repasó otros temas de la banda que compartió con el Indio Solari, como “Superlógico”, “La bestia pop” y “Rock para los dientes”.

Entre saltos coordinados, coros masivos y la noche regada de Fernet, Skay sumó a su lista “Oda a la sin nombre”, canción que marcó el inicio de su etapa en solitario, “Lejos de casa”, “El sueño del jinete”, “Gengis Khan” y “Sombra golondrina”, entre otras.

Previamente, cerca de las 21, Illya Kuryaki and The Valderramas se arrojaba sobre el escenario principal con un funk de lujo enaltecido con un arranque soberbio, en el que desgranaron los acordes de “Helicópteros” y “Chaco”.

Vistiendo sus habituales gorros y pantalones engominados, Dante Spinetta y Emanuel Horvilleur impactaron también desde sus precisos movimientos corporales para trazar una suerte de coreografía permanente.

El dúo, creador de grandes clásicos, interpretó dieciséis canciones entre las que contempló “Ula Ula”, “Jaguar house”, “Jugo”, “Coolo”, “Jennifer Del Estero” y “Funky futurista“, antes de dar el desmedido batacazo final con la contagiosa “Abarajame” y recibir un aluvión de aplausos en forma de agradecimiento por un show excepcional.

Una hora antes, promediando las 20, el público se autoconvocaba frente al escenario temático a la espera de la presentación de Don Osvaldo, banda integrada por los ex Callejeros Patricio Fontanet (FOTO: TÉLAM) y Cristian Torrejón y completada por Abel Pedrellos, Álvaro Puentes y Luis Lamas.

El público, vestido en su mayoría con remeras de Callejeros y flameando banderas en apoyo al quinteto, se tornó el único protagonista de un recital sobre el que se extendió un halo de extraña sensación y que por momentos generó piel de gallina.

Entre la aglomeración, las opiniones no se hicieron esperar.

Cristian, de 20 años y quien había viajado desde Buenos Aires para presenciar los tres días del encuentro, sostuvo que “la responsabilidad fue de toda la banda, de la organización y de quien habilitó el lugar. Lo que pasó fue demasiado fuerte y ellos no tendrían que haber salido a tocar con el mismo nombre, fue bastante chocante”.

En la vereda opuesta la neuquina Natalia, de 34 años y seguidora del encuentro rockero desde 2007, opinó que "lo que pasó en Cromañon tiene que ver con todo lo que ellos no planean en un show, de eso se tiene que ocupar gente que entienda de ese tema. Lo de ellos es cantar. Lo bueno de esto sería aprender para que no vuelva a pasar, no machacar sobre lo que ya pasó” .

“No se sigue a una banda por su nombre –agregó- sino por sus personas y lo que transmiten. Los seguimos porque nosotros, de alguna manera, creemos que nos están representando en cuanto a las letras y al sentimiento, las miserias y la felicidad”.

Una mirada triste y vacía frente al micrófono. Pantallazos mentales de la tragedia que cumplió diez años en diciembre pasado. Un repertorio que contempló varias canciones de Callejeros. Una multitud congregada frente al escenario, algunas por curiosidad sobre lo que se transmitía, otras por fidelidad y aguante. En el centro, las banderas y los saltos.

Fuente: Télam

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